En este momento histórico que nos ha tocado vivir nos encontramos en un estado de anomia.
Según la Wikipedia se denomina anomia (del griego ἀνομία / anomía: prefijo ἀ- a- «ausencia de» y νόμος / nómos «ley, orden, estructura») a la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la sociedad. El término es utilizado en sociología y ciencias sociales.
Es un concepto que fue acuñado por el sociólogo Émile Durkheim en La división del trabajo en la sociedad (1893): «Un estado sin normas que hace inestables las relaciones del grupo, impidiendo así su cordial integración»
Ante esta situación, nuestros hábitos de consumo han cambiado. El comercio electrónico ha incrementado; especialmente alimentación, tecnología y deporte.
Obviamente, el rol de los compradores cambia ante esta situación tan inestable.
Antes del Covid-19 en nuestra sociedad ya habían matices y colores grises. Pensemos en la construcción social de género que siempre había estado anclada en la dicotomía hombre-mujer.
La cuarentena ha hecho explosionar todas las esferas de nuestra vida. Ya no eres el cargo que ocupas y ya no tienes una forma de vida tan marcada.
En estos tres meses hemos aprendido un poco más de nosotros mismos y de las personas que están a nuestro alrededor.
En muchos de nosotros ha aparecido la vocación de aprender y en muchos casos de reinventarnos.
La preocupación del medio ambiente y el pensamiento sostenible también han ido en aumento. Estos últimos tres meses hemos visto imágenes espectaculares de animales conquistando la naturaleza.
Por lo tanto, la búsqueda de marcas mucho más auténticas y posicionadas en aspectos éticos. Como emprendedores tenemos que pensar qué necesidad satisface nuestro producto y cómo conectamos con los valores de la nuestro audiencia.
Desde mi punto de vista, es el momento de posicionarnos como marcas.
Otro punto a tener en cuenta, es el proceso de compra. Actualmente los ciudadanos buscamos especialmente la seguridad y no tanto la satisfacción inmediata.
Uno de los nuevos hábitos de consumo serán compras mucho más reflexivas y conscientes. Y, relacionándolo con el punto anterior, marcas que conecten con nuestra audiencia emocionalmente.
El tercer punto en los hábitos de consumo e incluso en el modo de hacer de las empresas será la inteligencia colectiva.
Hemos visto iniciativas muy potentes en estos tres meses, tenemos necesidad de colaborar y tenemos que favorecer esta colaboración en nuestras plataformas.
Y, el último y cuarto punto, la digitalización de las empresas. Cuestiones como el teletrabajo hace 8 años no estaban en la legislación española. Hemos sido y seguiremos siendo una sociedad presencialista. Aunque espero que disminuya…
SIn embargo, en este mundo más digitalizado es importante invertir en tecnología, automatizar en procesos y vigilar con la ciberseguridad.
Es importante entender mucho mejor las relaciones digitales. La generación z y millennials básicamente han consumido en este tiempo contenido a la carta y; especialmente, contenido práctico y gratuito.
En definitiva, es importante poner al consumidor en el centro.
Ante, estos nuevos compradores los roles de marca también han de modificarse y han de ir encaminadas a ser marcas con activismo colaborativo. Las marcas que puedan posicionarse formarán parte de una propuesta de valor. Por ejemplo, estrella galicia.
La segunda cosa que tendrán que hacer las marcas es conectar con los usuarios a partir de la parte digital de las empresas.
La parte digital de las empresas nos servirá para crear comunidad, mantener la bidireccional y ver los puntos conflictivos de nuestros productos.
Las marcas también han de ser fundamentalmente flexibles y han de poner al consumidor en el centro. Las empresas han de poder adaptarse rápidamente a los cambios sociales.
Por último, es muy importante que las empresas participen en campañas de colaboración y cooperación.
Nuestras empresas han de estar preparadas para vivir en un mundo inestable, fluido, negociable y flexible.